viernes, 18 de marzo de 2011

¡TE ECHO UN PULSO!

Había una vez un ratón enclenque y pequeñajo, al que le entró la maní a de echar un pulso a todo aquel que se cruzaba en su camino. Primero compitió con los más pequeñines y naturalmente los ganó a todos. Luego quiso medirse con los mayores, y como éstos le veían tan delgaducho se decían: "bueno, voy a dejar que me gane este infeliz. se le ve tan confiado que me da pena". Por último, cada vez más envalentonado, se fue hasta los más fuertotes de la comunidad y los desafió a un pulso. Éstos, que eran unos guasones de mucho cuidado, aceptaron el reto, y uno tras otro se dejaron ganar, simulando que hacían gran esfuerzo, pero riéndose por lo bajini. Total, que nuestro ratón se creyó una especie de forzudo invencible. "Hay que ver la fuerza que tengo en los brazos- decía- ni yo mismo sé de lo que soy capaz".
Y tanto se lo creyó que que abandonó su madriguera y salió al mundo en busca de aventuras. Sin embargo, no fue muy lejos. A las primeras de cambio se topó con un ratón de campo que al oir su desafio lo primero que hizo fue mondarse de risa y luego propinarle tal paliza que al pobre campeón de pulso no le quedó más remedio que volver a su casa con el rabo metido entre las patas. Por lo menos aprendió una lección: nunca hay que creerse algo que esté fuera de nuestras posibilidades y silos demás pretenden que te lo creas, desconfía siempre de ellos.

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