domingo, 13 de marzo de 2011

LA MONTAÑA QUE RUGE

¡Qué susto! Justo cuando más a gusto se encontraba, aquella pequeña foquita vio aparecer a uno de sus peores enemigos: el cazador.
- ¡Estoy perdida! - gritó en el lenguaje de las focas.
El hombre se acercaba con el terrible arpón en su mano. Pronto estaría lo suficientemente cerca para clavárselo. La foquit, desesperada, miraba en todas direcciones buscando un modo de salvarse. De pronto, bajo una pared helada, vio una pequeña montañita de hielo y hacia allá se dirigió impulsándose con sus aletas.
El cazador parecía reírse; aquel pequeño montículo podía darle poca protección a la foca, pero ¡menuda sorpresa se llevó! Porque la montañita resultó ser la panza de un enorme oso polar que estaba echándose la siesta y que al ser despertado por la foca, se levantó de un salto y comenzó a rugir con todas sus fuerzas.
-¡¡¡GGRRRRRRRRRRRRRRRRR!!! - se oyó en muchos kilómetros a la redonda.
Y el cazador se llevó tal susto, que todavía debe estar corriendo.

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